miércoles, 6 de septiembre de 2017

Ocho años sin un mundial.

Dicen que la vida es eso que pasa entre mundial y mundial, y la verdad es que la idea de que la vida salte ocho años de un solo tirón me produce cierto sofocamiento mental. En los últimos años me viene interpelando bastante seguido sentimiento de empezar a aceptar algo que temo que suceda, como que Macri sea presidente o que mi viejo se haga mierda en el auto. Bueno, perdón, no me quiero poner ni político ni sentimental, pero es que ya me voy haciendo la idea de que Argentina no jugará el mundial de fútbol masculino que se disputará en Rusia 2018. 


Y lo escribo así porque quiero que quede claro: Creo que Argentina no jugará el mundial 2018. Por favor no me tilden ni de negativo, ni de pesimista, ni de pecho frío, ni de nada de eso. Mi amigo Nicolás no pudo haber ilustrado este asunto de una forma más precisa cuando me dijo que esto se parece bastante a aquella vez que River Plate descendió a la B Nacional. Para salvarse tenía que ganar un par de partidos, especialmente aquellos últimos contra Belgrano de Córdoba cuando jugó la promoción. Recuerdo a los periodistas decir que a pesar de que ya de por sí jugar la promoción para River era una situación bochornosa. a nadie le cabía dudas de que River no descendería (recordemos además de que un simple empate le servía por esa cuestión de la ventaja deportiva). River perdió, se fue a la B y nadie lo podía creer. Estoy convencido que lo mismo nos está sucediendo en este momento aunque nadie se anima a decirlo. Estoy seguro que tenemos terror a no jugar el mundial porque sabemos que eso es lo que va a pasar. Es lo mismo que tenerle miedo a la muerte, disfrutamos la vida mientras dure pero sabemos que nos vamos a morir. 

Perdón que me vuelva ultratágico, pero es que me pongo a pensar en el significado que le doy a los mundiales y no puedo evitar que se me piante un lagrimón. Los mundiales, para mí, comenzaron en Estados Unidos '94: No me acuerdo cuando lo ví, pero si recuerdo que ese año no se dejó de hablar de Estados Unidos todo el año. Mejór aún recuerdo Francia ´98 y esos horrorosos muñecos gigantes que presentaron en la inauguración que ví desde un televisor a tubo de rayos catódicos en la escuela primaria. Al mundial de Corea-Japón 2002 lo ví cuando estaba en la secundaria. Lo de "lo vi" es un decir, pues a los partidos los pasaban a las tres de la mañana. En Alemania 2006 ya tenía veinte años, estaba en los primeros años de la Universidad: recuerdo a Messi sacarse los botines en el banco indignado con Pekerman. Lo del 2010 fue más complicado, estaba trabajando en Buenos Aires y los muchahos del laboratorio habían preparado una "sala de conferencias" que casualmente terminaron de construir dos o tres días ántes del primer partido (Holanda versus España), donde se proyectaban los partidos en pantalla giante cuya señal de aire se tomaba con una reproductora de videos VHS con antena. En el 2014 sufrí, pero sufrí de verdad. Ví la final contra Alemania en la ciudad de Bariloche teniendo una novia alemana. No se lo deseo a nadie.

Quiero revancha. Quiero revancha de todo. Quiero revancha de los muñecos gigantes de Francia, de la enfermera desabrida que lo saca de la cancha al Diego, del partido ante Inglaterra en Corea, de las medias de Messi, del rodillazo de Neuer al pipa en el área grande, . Quiero venganza de todo, y estoy esperando hace mas de tres años, y no puedo esperar otros cinco años más. No puedo, en mi mente, borrar Rusia 2018 y en su lugar escribir con letra árabe Qatar 2022. Dos mil ventidós. Año dos mil ventidos. Voy a tener treinta y siete años. Treinta y siete. 

Lo loco es que todo pende de un hilo. Un partido con Perú y otro con Ecuador. Las variables siguen siendo imposible de adivinar: la altura, la lesión de Di María, Sampaoli, Dybala, los comentarios de la prensa, el pasto, la hinchada, la aerolínea, la pelota, y quien sabe que otra cosa. Nos estamos muriendo y no lo queremos aceptar, como el viejo que tiene cataratas y quiere seguir conduciendo su Ford Rambler modelo ´67, como el veterano de guerra que no sabe como parar la picazón en la pierna que una mina le amputó, como el entrenador de la selección argentina que lo tiene jugando a Messi de titular en su mejor moemnto y no le puede ganar ni a Venezuela.

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