viernes, 12 de febrero de 2021

Bobby Fisher

Hace dos meses, en plena pandemia, me quedé sin trabajo. La faena me gustaba y disgustaba, había días que tenía gansas de dar un portazo, escupir la entrada y salir a toda velocidad en mi auto, quemando las cubiertas. Otros días, en cambio, lo disfrutaba. Quedarse sin trabajo sin saber como conseguir otro no es fácil. Lo fácil es hundirse en pozo de una rutina estática imposible de salir. ¨Por esos días, y por la influencia de unos amigos, empecé a jugar al ajedrez. En parte para mantener la cabeza en algo, en parte porque me fascinaba. 

Aprendí sobre aperturas, medio juegos, variantes con nombres de personas de todo el mundo. Alekhine, Kasparov, Capablanca, Murphy. Bobby Fisher. Leí sobre Bobby   Fisher y no sabía que le ganó a laos soviéticos en los 70 para volverse campeón del mundo  y el mejor jugador de la historia hasta ese momento representando a los Estados Unidos. La vida de Fisher es uno de estos ejemplos clásicos de la vida del héroe. Ganó el título ante adversarios inexpugnables, con recursos mínimos. Su conocimiento sobre el juego era propio: había aprendido jugando contra sí mismo desde pequeño. Luego de ganar el campeonato del mundo, Bobby Fisher desapareció sin dejar rastro. Algunos dicen que estaba aterrado, pues la idea de perder lo consumía. También se decía que vivía como un vagabundo en las calles de Nueva York, y que se pasaba las horas jugando al ajedrez en las plazas con desconocidos. 

Bobby Fisher murió hace poco, siendo perseguido por el gobierno de su país por jugar una partida de ajedrez contra Spassky, su némesis, en Yugoslavia. Dos axiomas llaman la atención sobre este hecho. El primero, la partida no tenía importancia alguna, salvo por que Bobby Fisher no había jugado partida alguna en público en los 30 años anteriores y que Spassky ya estaba viejo y muy abajo en el ranking mundial de jugadores de ajedrez. El segundo axioma es el lugar. Yugoslavia estaba sufriendo un bloqueo económico por parte de los EEUU (como el de Cuba, Venezuela o Irán) y no permitía que sus empresas realicen actividades económicas en ese país. Bill Clinton era presidente. 

Podría escribir años sobre este tipo, pero me angustia. En algún momento, después de que EEUU diera un orden de captura, terminó preso en una cárcel de Japón por 8 meses hasta que Islandia le otorgó la nacionalidad y lo repatrió. Terminó solo, en un país frio, ventoso, de tabernas con paredes de madera, carreteras curvas y playas cortadas a cuchillo. Fisher, al final, odiaba su país de nacimiento. Lo odiaba todo. 

Pienso en otros héroes que nacieron en el medio de la nada, que se formaron como pudieron y persiguieron una corazonada, una idea, un talento y fueron maltratados por sectores de poder. Pienso en Illía, un ex presidente de Argentina, en Maradona, en Ernesto Guevara, en Allende, en Galileo, en Casandra.

Tal vez no podemos convivir con la genialidad. Tal vez es más simple y no podemos vivir con alguien que no entendemos y para entenderlo le pedimos que se manifieste hacia un lado o hacia el otro. Hacia un lado o el otro de la grieta.