miércoles, 25 de enero de 2017

El viejo sueño de volar. Parte 2.

-Hola Pablo, anoche me has soñado.


Me quedé petrificado. El tren detenido, la muchacha de ojos negros me penetraba con su mirada y cada una de las personas que me rodeaban estaban completamente inmutadas, como si una mano divina hubiera presionado el botón de pausa de los controles de la realidad. Lucía se acercó aún más hacia a mí, moviendo su cuerpo con un balanceo perfecto, abarcándolo todo: mis pensamientos, mis sentimientos y mis deseos más profundo, incluso aquellos de los que me avergüenzo. Se sentó en el asiento frente al mío. ¿He dicho ya que vestía de negro? ¿He dicho ya que llevaba unas botas de Trekking que le cubrían los tobillos? Bueno sí: vestía de negro y llevaba botas de Trekking que le cubrían los tobillos. El tren se empezó a mover al mismo tiempo que Lucía sacaba un delicado cartón negro del bolsillo de su campera.


jueves, 19 de enero de 2017

El viejo sueño de volar. Parte 1

De fondo suena divididos, mi banda argentina favorita. Ese fin de semana tocaban en un recital en la pequeña ciudad de Montes, de donde originariamente son mis abuelos. Para ir a ver el concierto y de paso visitarlos, es que ese fin de semana estaba con ellos. Mi abuela Carmen estaba preparando unos mates hervidos y con mucha azúcar, mi abuelo Miro se estaba levantando de la siesta para tomar el té con leche que mi abuela le preparaba todos los días a las cinco de la tarde. Yo estaba sentado en mi lugar favorito de la pequeña cocina de la casa de mis abuelos: la silla de madera junto a la mesita que está cerca del dormitorio. La casa era muy pequeña, apenas una cocina diminuta, un comedor un poco más grande y dos dormitorios para dos personas cada uno. En esa parte de Argentina no había ni electricidad ni agua potable ni gas, todo se hacía a la vieja usanza: el baño se encontraba bastante alejado de la casa para evitar malos olores, el agua se juntaba con aljibes luego de las escasas lluvias y la cocina funcionaba a gas con garrafa. Sin embargo, los recuerdos más hermosos de mi vida vienen de esa pequeña casita, aquellos que se pegan a la memoria y que nunca se van, aquellos que uno extraña el resto de su vida, anhelando la niñez que de pronto un día se fue sin avisar para que lleguen las obligaciones laborales. Sabía que todo eso era imposible, mis abuelos habían muerto hace muchos años, la casa había sido destruida y divididos nunca tocaría en ese pequeño pueblito de no más de cien personas. "No puede ser otra cosa, estoy soñando" pensé cuando vi a mi abuelo llegar a la cocina.

jueves, 12 de enero de 2017

Las consecuencias circulares

En una fiesta me cuelgo mirando un grafiti que me recuerda el infinito. Pienso en el infinito y en las historias circulares. Recuerdo que hace unos días encontré una billetera en la Blumenstrasse, la calle donde vivo en Bochum. Recuerdo que esa tarde volvía  del supermercado y veo una cartera de cuero y una mandarina en el piso. Alguien compró mandarinas y otras cosas, no pudo manejar todo y finalmente todo fue a parar al piso, donde se olvidó una mandarina y la billetera. La meto en el bolsillo, pienso que luego la chequearé y como un héroe la devolveré a su dueño intacta, tal vez ocurra algo que después me sirva para contar alguna anécdota interesante. Ya en mi casa veo que la billetera tenía millones de tarjetas y bastante dinero, que no voy a tocar, obvio. En la Identificación veo que es de una mujer, rubia, bonita, de lindo mirar, que sorprendentemente reconozco. Es mi vecina, Lotti.

martes, 3 de enero de 2017

Caleidoscopio

Me encanta encontrar conexiones entre las cosas. Yo creo que todas las historias del mundo se cierran en círculos, aunque no siempre lo podemos ver. Recomiendo fuertemente escuchar este temón de Drexler (todo se transforma) que ilustra de mil maravillas lo que quiero decir. Recuerdo perfectamente esa mañana. No me quiero poner pesado con los detalles, pero es la forma en que tengo de recordar lo que me pasó. Eran las nueve de la mañana del primero de septiembre del 2015, en Bochum, Alemania. Estaba desayunando en el comedor paqueto de la universidad (hay dos comedores, uno plebeyo y otro paqueto). Septiembre en Alemania es como abril en Argentina: las plantas aún son verdes, las chicas aún visten pocas ropas de colores pero el frío del invierno ya empieza a recordarte cada mañana que es mejor no olvidarte una bufanda liviana en tu casa. Una hora más tarde, a las diez, tenía una reunión con quien será el director de mi doctorado por los próximos años: el Profesor Easo George. Easo es una eminencia en su área: sabe diseñar aleaciones para aviones de altísimo rendimiento como nadie. Es de India, pero vivió casi toda su vida en Estados Unidos: hasta ese momento, eso es todo lo que sabía de él, además de los rumores de que es una gran persona. Nunca me gustó llegar con las manos vacías a ningún lugar y esa primera reunión con Easo no fue la excepción.