martes, 27 de marzo de 2012

Simon dice... CORRE!!!!

Ayer salí a correr. Correr es una de las cosas más trascendentales que puedo hacer, es lo más parecido a ser libre que puedo experimentar, lo más cercano a volar.¿Quién no soñó con volar? ¿Quien no se siente libre cuando puede hacer las cosas que más lo llenan? ¿A quien le disgusta ser feliz?
Mientras volaba, con el esfuerzo de vencer la inercia, de querer salir adelante, de dar un paso más, pensaba en todas aquellas cosas que no puedo hacer. Correr es una de ellas, yo no puedo correr, por eso me sentía libre.


Me imagino que es lo mismo que siente un preso cuando mira por la ventana, con esos ojos avergonzados de tanto soñar con estar del otro lado, como temeroso que alguien escuche lo que anhela.

Desde afuera tal vez parece normal, desde adentro es algo que tenía que ser gritado, así que se lo conté a esas personas que siempre habitan en la cabeza de uno.
Les empecé a narrar mi felicidad, no es fácil estar, para mí, donde estaba. Haber vencido la inercia de estar en mi casa sentado viendo una serie por TV o invirtiendo mi tiempo en interminables horas de facebook, me ponía piloso. Newton decía que la inercia es la resistencia de un cuerpo a cambiar de estado y por Dios si me resistía  a salir de casa!!. ya había corrido unos 2km y empezaba a sentir el cansancio ese que te invita a abandonar tu meta, haciéndote creer que no vas a llegar a destino. Me propuse correr 5km.

Para distraerme empece un monólogo sobre el tiempo, sobre lo lindo que estaba Bariloche. Ya era tarde así que el sol se acostaba sobre el cerro Catedral a mi derecha y se reflejaba sobre el Nahuel Huapi a mi izquierda. Las cenizas opacaban un poco el paisaje a la distancia, le robaba el verde y lo devolvía gris, pero bueno, el gris es justificable en otoño.
Pasando los 3km me di cuenta que estaba muy cansado, que era muy probable que en un par de metros deje de correr porque ya no me daba mas el aire. Casi (casi) dejo de correr. Bajé el ritmo y ya era apenas un trote lento que me desplazaba de un punto al otro. Mi intención era disminuir el ritmo de a poco hasta detenerme para no agitarme bruscamente. Pero algo pasó. Me di cuenta que podía mantener ese ritmo y que tal vez si seguía así no haría falta que pare por completo. Así fue, no me detuve y descubrí que esto no era nuevo para mí.

Empecé a contarle a mi público algunas anécdotas de mi vida donde, para poder seguir para adelante no tuve otra opción que bajar el ritmo, a paso lento pero seguro. Les relaté la vez que estudiaba y vivía en Buenos Aires (siempre digo que no lo haría de nuevo en mi reencarnación, pero creo que me mentiría a mi mismo). Les conté también de la vez que en el cuarto año de mi carrero no rendía finales, porque estaba más que harto de ella. No les conté, pero me acordé de las innumerables veces que con mis amigos subiendo a la montaña en bicicleta tuvimos que bajarnos de ellas, montarlas al hombro y a paso de tortuga avanzar a pie por los caminos más sinuosos.

Estaba llegando al kilómetro 4, ya a un ritmo más rápido que antes y  mas animado porque sabía que el éxito estaba más cerca que el fracaso. El fracaso. Me da miedo decir que a mis 25 años me aterra el fracaso. Por eso apenas conté con un poco de miedo y bajando la cabeza (creo que bajaba la cabeza por cansancio más que por una cuestión sentimental :) ) aquella frase que dijo Ryan, el soldado de la película que se pasa toda la trama siendo buscado, cuando ya era anciano: "sólo díganme que mi vida no fue en vano..." y le conté a esas personas que me observan como sentados, que no quiero tenes muchos años y estar arrepentido de lo que no hice, de lo que podría haber sido, de lo poco que he llegado a amar.

Ya me faltaban 400 metros para mi objetivo, los 5 kilómetros. Ya no tenia ganas de hablar, solo quería disfrutar ese momento cúlmine donde cada tranco no es el último, que falta poco, pero falta mucho. Aquellas personas que ya sabían algo más de mi me observaban, tal vez me entendían más que ántes pero ninguna de ellas hablaba. Nunca hablan. Están cerca pero muy lejos, como atestiguando en un juicio eterno que comenzará en algún momento, pero que yo no estaré presente para asistir. Todo eso no me importaba, yo seguía corriendo.

Así llegué a los hermosos cinco kilómetros. Me los corrí metro a metro, en subida y bajada persiguiendo una meta que no existe para nadie mas que para mí. Estaba callado, como en todo mi viaje interior pero sentía que tenía mucho para decir, no se si lo mismo que conté a esas personas silenciosas en sus bancas de madera, sin embargo mi corazón destilaba la necesidad de escribir aquellas ideas que van sumando polvo en algunos recovecos escondidos de mi existencia.
Tal vez, de aquel lado existan personas taciturnas, silenciosas, talladas en un esquisito ébano africano que desmienta con su mirada toda verdad sentimental. No me incumbe. La partida ha comenzado y yo he movido la primera pieza al contarle a esos otros, los que si hablan, los que son de carne y hueso que en algun lugar perdido del sur del mundo, hay personas que tienen su espíritu rumbo a la verdadera vida.

Algo caótico es esta primera publicación, pero esta inspirada en todas aquellas cosas que uno piensa en todos los momentos de su vida y que, muchas veces no tiene ni el tiempo ni la forma de contarlo. Es mi idea que las estúpidas, increíbles y cotidianas cosas que hablo conmigo mismo sean habladas con el resto del mundo.

Salú!!!

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