martes, 11 de febrero de 2020

El tiempo no existe

Una página en blanco, un limón, una pareja de gays preparando una tortilla de patatas. Una tecla iluminada que contrasta con una estufa ardiendo. Una mentira. Una canción. Una muchacha con el pelo de crayón. La historia misma de la historia se refleja sobre sí misma. La realidad sigue sus pasos y la verdad se esconde en lo profundo del infinito. El tiempo se mastica las galletas. El astronauta solitario vagando por la galaxia con el radiofaro encendido encuentra la pista de un trozo de celofán. El cristal azul cumple las leyes de Fermi. El cenicero ha quebrado su voluntad vomitando nubes de ceniza. 


Una bailarina en sus puntas de sus pies intenta destrozar la tierra pero ésta devuelve el grito del centro de un huracán. Una pequeña niña mono llora. El tutú que tiene en la cabeza le recuerda un personaje de Borges, pero no descubre cuál. Una pelota de goma roja con líneas azules rebota descontrolada por las ventanas transparentes de los edificios de la capital, en silencio. 

Las mañanas y las tardes cambiaron de dueño en un bar de Essen. Las hadas, sin rumbo fijo, huelen un hilo dulce de miel y sangre de escarabajo. El bastón de un anciano camina solo porque el anciano se ha olvidado de él. Una caja fuerte explota en una habitación cerrada pintada de ocre y escupe un fajo de billetes de monopoly. Un cerdo juega monopoly. 

Los habitantes de la galaxia Flúor encuentran las radioondas de Diego Armando Maradona jugando con la pelota vestido de blanco. La luz se descompone al atravesar las caras de un prisma. Las letras no se sabe cuando fueron inventadas. Las hormigas pequeñitas desconocen a donde van tan rápido. El tiempo no existe. Sus leyes se retuercen al comerse la entropía. 

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