-Hola Pablo, anoche me has soñado.
Me quedé petrificado. El tren detenido, la muchacha de ojos negros me penetraba con su mirada y cada una de las personas que me rodeaban estaban completamente inmutadas, como si una mano divina hubiera presionado el botón de pausa de los controles de la realidad. Lucía se acercó aún más hacia a mí, moviendo su cuerpo con un balanceo perfecto, abarcándolo todo: mis pensamientos, mis sentimientos y mis deseos más profundo, incluso aquellos de los que me avergüenzo. Se sentó en el asiento frente al mío. ¿He dicho ya que vestía de negro? ¿He dicho ya que llevaba unas botas de Trekking que le cubrían los tobillos? Bueno sí: vestía de negro y llevaba botas de Trekking que le cubrían los tobillos. El tren se empezó a mover al mismo tiempo que Lucía sacaba un delicado cartón negro del bolsillo de su campera.