Azul

Y allí estaba ella: sentada entre sus tatuajes, sus tazas de café y sos ojos como el infinito. ¿Quién será? ¿De dónde habrá salido? ¿Será su corazón tan tierno como sus labios? ¿Será su luz tan brillante como sus ojos? ¿Será su alma tan suave como su piel? Tic tac, el reloj avanza. Tic tac el timpo no se detiene.

Y allí estaba ella. Alguien, de repente la había nombrado reina de mis dos únicos puntos débiles: La curiosidad y el deseo. El deseo se olía desde lejos como un aroma dulce picantón, suave, muy suave pero delicioso. Lo realmente cautivado era la curiosidad. La curiosidad iba y venía, corría entre las esquinas como un pequeño felino rastreando su comida. La curiosidad no paraba, se preguntaba y contestaba. Suponía e investigaba: descubrí muchas cosas. Allí estaba ella con esos dibujos preciosos que llevaba consigo a todos lados, con sus ganas de aprender cosas nuevas y de admirar los pequeños detalles, con su esperanza a que la vida no sea tan mala.

No la conozco ni la conoceré, eso creo. Eso espera mi corazón ya escriturado en otro corazón. Su belleza se encuentra detrás de la belleza: es sensual detrás de lo sensual, es la mujer dentro de la mujer. Ella es el origen de todo eso: el calor ese que le sale de la piel es como poder ver un poquito más hacia la luz del origen. Es como cuando un vidrio concentra la luz del sol en un punto más brillante, así es su luz. Mi deseo y curiosidad están a salvo, pero mi sorpresa está feliz: ha conocido otro hermoso corazón. 

Te regalo mis palabras, son tuyas. Disfrutalas, sentilas, crea fantasías en tus pensamientos sobre sus significados y sobre mis propias fantasías. Escribilas en alguna hojita suelta y ponela en un libro lindo que leas cada tanto, como El Principito. En unos años lo vas a encontrar y vas a poder volver a brillar con esta luz que casi me deja ciego. Hagámoslo y así vamos a trascender el tiempo y el espacio, juntos, de la mano, para siempre.