jueves, 6 de octubre de 2016

Simón dice... Besa


Esto fue escrito en Septiembre del 1012. Vaya como pasa el tiempo. Besos por celular.

Uno de chico no entiende muchas cosas, de adolescente, menos.
Yo creía entenderlas, yo pensaba que comprendía a las personas, al amor, a la música. Pensaba que podía leerlas como quien lee una frase filosófica en el revés del boleto del colectivo. Hoy escuché Spagetti del Rock, una canción que cuando aparecía era de lo más compleja. Aún recuerdo  cuando me quedaba hasta tarde a la noche para ver el video en blanco y negro que pasaban en Much Music sin entender un pomo de que se trataba la letra.
Hoy ya sé que son los “besos por celular” y “resortes viejos del amor que va”, tal vez por la experiencia, tal vez por haber sufrido más de una vez por amor pero  escucharla mil veces hace que me transporte a esas noches infinitas de verano en Tucumán, a mis 12 o 13 años, cuando creía que el amor siempre era correspondido y aseguraba con mi vida que la espera suficiente en el honor del vivir regalaría a los hombres más nobles aquella mujer soñada que sería mi compañera para toda la vida.

Hoy no soy tan inocente, ya descubrí que el amor eterno no es algo que uno se merezca, ni que simplemente “te toque”. De alguna forma el amor eterno, puro, simple y pasional es algo que no está regido por ninguna ley física ni social que se pueda enunciar como para adivinar si a mí o mi hermano, o amigo alguna vez le tocará encontrar su medio zapallo (lo de la media naranja está medio trillada, y aceptémoslo, cuando estamos medio enamorados, somos medios zapallos).

Extraño esa inocencia de aquellos tiempos, antes de descubrir que “ayer no es hoy” y que el “hoy es hoy”. Aquellas épocas que pensaba que la amistad duraba para siempre, que el mundo se podía cambiar con una sola idea, que alcanzaba sonreír para alegrarle el día a algún desconocido o desconocida (hoy por hoy hay que tener cuidado con eso de los todos y todas…) que la política no me preocupaba porque no entendía a los políticos.

Creo que todos extrañamos eso. Extrañamos sorprendernos cuando alguien dice una mala palabra, o sacar un cigarrillo oculto robado por ahí. Extrañamos esa vergüenza de “gustar de alguien” como si tuviésemos un secreto inconfesable como un tesoro. Extrañamos la rebeldía de contestarle a un profesor, o de sonrojarse cuando cruzabas la mirada con alguna chica en el colectivo. Esa alegría de “hacer amigos” y creer que son fabulosos. Extrañar la primera novia, hace 10, 15, 20 años, y no porque aún la amamos, sino simplemente porque fue la primera en aquel boceto de juventud adulta. Se extraña la adolescencia, sobre todo esa edad en que uno comienza a entender las cosas, o por lo menos se empieza a preguntar que son las cosas.

Nos moríamos por ser grandes, porque nos traten como iguales, porque escuchen nuestras ideas. Sentíamos que no nos entendían, que éramos ajenos a este mundo extraño donde no había un lugar para nosotros. Hoy, un beso por celular es cotidiano. “te amo”, “besos”, “te extraño” palabras comunes escuchadas o dichas muchas veces, en distintos momentos, por personas distinta, con diferentes sentidos.

Tal vez llegaría el momento que ni los besos o una primera salida o una mirada cómplice en el silencio de la conquista no nos sorprendan más, como siendo inmunes a sentir adentro de uno esas cosas que te cambien la vida, que te hacen pegar el timonazo pa’ cambiar el rumbo.

La verdad eso me asusta un poco. Espero nunca perder la capacidad de asombro y de disfrutar esas tonteras que me hacían feliz de pendejo. Esto asusta, no es lindo pensar en el pasado y que mientras mas pensás en que hacer de tu vida, tu vida se pasa, porque no sabes qué hacer con ella. Es como un círculo o como una cabuya (a buscar en la wikipedia que es una cabuya!) cuyos extremos están unidos y estas buscando su comienzo porque algún gigante vestido de verde te obligó.

La vida es así, va y viene. Nuestra visión de la realidad es bien dinámica, ayer algo nos parecía escandaloso, hoy es normal. Ayer nos parecía normal, hoy nos parece inaceptable. Vamos creciendo, nos ponemos viejos, gordos, maduros, sinceros. Se aprenden cosas como que la confianza en más valiosa que el dinero, que el dinero es más valioso que un mal amigo, y que un mal amigo es más valioso que una vil mentira. La vida es dinámica y puede ser que sea un tema un poco triste o bajón para escribir en un primer post de “Simón dice…” en “algo que decir” pero como dicen los que saben, hay que comenzar por el principio, y para mí, no olvidar el pasado y regalar mi vida al futuro es lo principal.

Ya verán las anécdotas que amo contar, las observaciones de las personas que me sulfuran y las ideas vagas que nunca me harán ganar un premio Nóbel que se me ocurren en ese estado somnoliento que todo tenemos minutos antes de dormirnos.

Eso es lo que dice Simón hoy, Saludos!

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