Esto fue escrito en Septiembre del 1012. Vaya como pasa el tiempo. Besos por celular.
Uno de chico no entiende muchas cosas, de adolescente, menos.
Uno de chico no entiende muchas cosas, de adolescente, menos.
Yo creía entenderlas, yo pensaba que comprendía a las
personas, al amor, a la música. Pensaba que podía leerlas como quien lee una
frase filosófica en el revés del boleto del colectivo. Hoy escuché Spagetti del Rock, una canción que cuando
aparecía era de lo más compleja. Aún recuerdo
cuando me quedaba hasta tarde a la noche para ver el video en blanco y
negro que pasaban en Much Music sin entender un pomo de que se trataba la
letra.
Hoy ya sé que son los “besos por celular” y “resortes
viejos del amor que va”, tal vez por la experiencia, tal vez por haber sufrido
más de una vez por amor pero escucharla mil
veces hace que me transporte a esas noches infinitas de verano en Tucumán, a
mis 12 o 13 años, cuando creía que el amor siempre era correspondido y
aseguraba con mi vida que la espera suficiente en el honor del vivir regalaría
a los hombres más nobles aquella mujer soñada que sería mi compañera para toda
la vida.
Hoy no soy tan inocente, ya descubrí que el amor eterno
no es algo que uno se merezca, ni que simplemente “te toque”. De alguna forma
el amor eterno, puro, simple y pasional es algo que no está regido por ninguna
ley física ni social que se pueda enunciar como para adivinar si a mí o mi
hermano, o amigo alguna vez le tocará encontrar su medio zapallo (lo de la
media naranja está medio trillada, y aceptémoslo, cuando estamos medio
enamorados, somos medios zapallos).
Extraño esa inocencia de aquellos tiempos, antes de
descubrir que “ayer no es hoy” y que el “hoy es hoy”. Aquellas épocas que pensaba
que la amistad duraba para siempre, que el mundo se podía cambiar con una sola
idea, que alcanzaba sonreír para alegrarle el día a algún desconocido o
desconocida (hoy por hoy hay que tener cuidado con eso de los todos y todas…)
que la política no me preocupaba porque no entendía a los políticos.
Creo que todos extrañamos eso. Extrañamos sorprendernos
cuando alguien dice una mala palabra, o sacar un cigarrillo oculto robado por
ahí. Extrañamos esa vergüenza de “gustar de alguien” como si tuviésemos un
secreto inconfesable como un tesoro. Extrañamos la rebeldía de contestarle a un
profesor, o de sonrojarse cuando cruzabas la mirada con alguna chica en el
colectivo. Esa alegría de “hacer amigos” y creer que son fabulosos. Extrañar la
primera novia, hace 10, 15, 20 años, y no porque aún la amamos, sino
simplemente porque fue la primera en aquel boceto de juventud adulta. Se
extraña la adolescencia, sobre todo esa edad en que uno comienza a entender las
cosas, o por lo menos se empieza a preguntar que son las cosas.
Nos moríamos por ser grandes, porque nos traten como
iguales, porque escuchen nuestras ideas. Sentíamos que no nos entendían, que éramos
ajenos a este mundo extraño donde no había un lugar para nosotros. Hoy, un beso
por celular es cotidiano. “te amo”, “besos”, “te extraño” palabras comunes
escuchadas o dichas muchas veces, en distintos momentos, por personas distinta,
con diferentes sentidos.
Tal vez llegaría el momento que ni los besos o una
primera salida o una mirada cómplice en el silencio de la conquista no nos
sorprendan más, como siendo inmunes a sentir adentro de uno esas cosas que te
cambien la vida, que te hacen pegar el timonazo pa’ cambiar el rumbo.
La verdad eso me asusta un poco. Espero nunca perder la
capacidad de asombro y de disfrutar esas tonteras que me hacían feliz de
pendejo. Esto asusta, no es lindo pensar en el pasado y que mientras mas pensás
en que hacer de tu vida, tu vida se pasa, porque no sabes qué hacer con ella.
Es como un círculo o como una cabuya (a buscar en la wikipedia que es una cabuya!)
cuyos extremos están unidos y estas buscando su comienzo porque algún gigante vestido
de verde te obligó.
La vida es así, va y viene. Nuestra visión de la realidad
es bien dinámica, ayer algo nos parecía escandaloso, hoy es normal. Ayer nos
parecía normal, hoy nos parece inaceptable. Vamos creciendo, nos ponemos
viejos, gordos, maduros, sinceros. Se aprenden cosas como que la confianza en más
valiosa que el dinero, que el dinero es más valioso que un mal amigo, y que un
mal amigo es más valioso que una vil mentira. La vida es dinámica y puede ser
que sea un tema un poco triste o bajón para escribir en un primer post de “Simón
dice…” en “algo que decir” pero como dicen los que saben, hay que comenzar por
el principio, y para mí, no olvidar el pasado y regalar mi vida al futuro es lo
principal.
Ya verán las anécdotas que amo contar, las observaciones
de las personas que me sulfuran y las ideas vagas que nunca me harán ganar un
premio Nóbel que se me ocurren en ese estado somnoliento que todo tenemos
minutos antes de dormirnos.
Eso es lo que dice Simón hoy, Saludos!
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