lunes, 21 de noviembre de 2016

Lo que ellas quieren.

Hay una película de Hollywood de finales de los noventa o principios del dos mil, cuyo nombre no recuerdo, que siempre me pareció una rareza: es la típica película para mujeres, pero desde el punto de vista de un hombre. El protagonista es Mel Gibson y por algún motivo (que me perdí porque estaba mirando la secuela de Robocop al mismo tiempo), Mel Gibson adquiere el poder de escuchar el pensamiento de las mujeres. Si hay una fantasía que puede excitar a un hombre, es ésta, la de saber lo que una mujer está pensando. Me parece que en el mismo nivel está el ser invisible, tal vez porque el hombre es un ser fisgón por naturaleza. Volviendo a la película, en un primer momento me imaginé que escuchar todo lo que las mujeres piensan debe ser genial. Aún más, creo que yo haría lo mismo que hizo el Señor Gibson: sería el hombre perfecto.

Obviamente que en un principio Mel husmeó los pensamientos oscuros y sexuales, aquellos que la sociedad no les permite decir. Descubrió un mundo fantástico. Se levantó a todas las mujeres que se encontró por el camino. No había hombre que se le parezca en toda la superficie terrestre: ¡Que felices estaban ellas! La situación era muy similar a la que describe Hernán Casciari en el post El uno para el otro , donde un hombre que controla lo que buscan en Google los empleados de una multinacional, puede levantarse todas las minas del edificio porque sabe exactamente sus gustos, deseos y fantasías. Con solo mirar a una mujer ya la tenía rendida a sus pies. El paraíso yihadista donde un hombre es recibido por setenta y dos vírgenes soñado para satisfacer sus deseos, estaba al alcance de un respiro.

La felicidad de Mel Gibson no duró mucho: en cuanto se dio cuenta que la cabeza de una mujer es un quilombo de ideas entretejidas, donde se escucha que explora el deseo sexual al mismo tiempo que analiza lo que va a almorzar. Ya no puede ser el hombre perfecto, porque, a pesar de que escucha todo lo que piensan, no puede dar todo lo que quieren, porque una cosa es lo que una mujer quiere, otra es lo que necesita y otra completamente diferente es lo que dicen que quieren o que necesitan. La vida de este dichoso hombre se vuelve un caos cuando escucha que si hija de quince años tenía unas ganas de coger terribles. Es decir, empieza a escuchar todas esas cosas que al hombres nos produce esa cosita en la nuca, y nos hacemos los boludos para escuchar: una de esas mujeres piensa que su pene no era tan grande como él alardeaba, otra piensa que es medio aburrido y así sustantivamente. A los hombres les propongo que se imaginen todas las cosas que puede decir una mujer que los haga sentir inseguro y se van a poder dar cuenta de la cantidad de cosas que una mujer no puede expresar.

No se como expresar lo que sigue, así que simplemente lo voy a decir: Que difícil es ser mujer. He tenido dos experiencias, tan lejos de ser cotidiano para mí como cotidiano para cualquier mujer. Perdón si es una estupidez lo que cuento. Hace ya unos dos años y medios que llevo el pelo largo, a la altura de los hombros. Lo dejé crecer porque en Bariloche cortarlo me costaba un ojo de la cara, así que mi sangre italiana me hacía estirar más y más el tiempo entre corte y corte. La primera vez que pasé los seis meses no me lo corté más por otro año, y mi rutina cambió muchísimo. Para ir a bañarme tengo que PLANIFICARLO. Disculpen que use letras capitales, pero lo quería subrayar. ¡¿Planificar cuándo bañarme?! Estoy loco. Tengo que pensar si me voy a lavar el pelo, si tengo las suficientes cosas para hacerlo: el shampoo que me deja el pelo más o menos suavecito, algún peine para desenredarlo y una toalla limpia para que luego de secarlo no me quede olor a mierda. Esto es un problema para mí, porque solo tengo dos toallas, una que siempre está limpia y otra que siempre está sucia, que van rotando su estado sistemáticamente. En Alemania está empezando el invierno así que además tengo que pensar si me conviene lavarlo antes de salir, porque no deseo enfermarme. Que quilombo. Finalmente resolví lavarlo tres veces por semana (dos si hace mucho frío), pero un rato antes de ir a dormir de tal forma que la cama no quede toda mojada. Un verdadero trabajo.

Lo segundo que quiero contar es aún más determinante (y tal vez más estúpido). El fin de semana pasado estuve en Amsterdam, con Grytsje y sus hermanas. Lo que me gusta de Amsterdam es que nadie te juzga sobre como te vistes y que te podes ir a todos lados en bicicleta. Por eso es que me puse unos pantalones re-cómodos y fuimos a una joda en bicicleta. Justo antes de salir me doy cuenta de que con esos pantalones (muy finitos) me iba a cagar de frío, por lo que Grytsje me ofrece unas medias de lycra (primera vez en mi vida que escribo esa palabra, la tuve que googlear). Obviamente, no me entraban: yo mido un metro noventa y estoy pesando unos cien kilos. Al espejo parecía una especie de teletubbie negreáceo semitransparente. Un horror. Pero tengo que decir que me salvaron de que me congele las pelotas durante la hora que pedaleamos hasta la fiesta. Cuando llegamos, dentro hacía mucho calor. Estuve un rato acomodandome las medias: se bajaban, torcían, movían, picaban. Siempre respondo lo mismo cuando me preguntan a qué me dedico: "trabajo en un laboratorio donde hacemos ciencia de materiales" pero juro que nunca en mi vida he visto un material con la capacidad de estirarse sin romperse como el material del que estaban hecho esas medias. La sensación de los pelitos se te estiren adentro de esa salchicha de lycra es horrible, así que decidí ir baño para sacármelas. Allí descubrí que el espacio entre el inodoro y la puerta para maniobrar mi cuerpo y mis ropas era diminuto, con el extra de que el piso estaba inmundo. Creo que ya se entendió la idea así que la corto acá nomás. Después de la fiesta, un par de horas después, volví al baño para volver a ponerme las medias y no morir de frío en la bici. Fue una buena idea.

Las mujeres hacen estas cosas (y mucho más) todo el tiempo. Voy a citar ejemplos solamente para ser más dramático: se tienen que afeitar las piernas y las axilas, calculo que al menos una vez por semana. Tienen que cuidar que no les salgan bigotes (no tengo idea como solucionan ese problema). Tienen que pintarse la cara y permanecer bien pintadas todo el día para no parecer un payaso asesino de alguna película de terror de cine clase B. Tienen que cagar sin olor, menstruar disimuladamente, trabajar como cualquiera, no engordar pero tener un buen culo (y además mostrarlo). Es por eso que siempre van al baño de a dos y llevan esas diminutas carteras llenas de cosas que parecen triviales: tampones, porque aunque no estén menstruando tal vez una amiga lo puede necesitar. Goma de mascar, por si tienen mal olor. Perfume y desosorante. Papel higiénico, por si necesitan ir al baño y no hay papel. Pinturas: de uñas, de ojos, de cachetes, de labios, de lo que sea. Hasta sentarse es un problema: las faldas suelen ser muy finitas y si el lugar donde se quieren sentar está mojado o sucio, se mojan o ensucian culo sin delay. El solo hecho de pensar todo eso me estresa.

En este momento estoy en un Bar de Bochum llamado Tante Yugarn's. Es muy lindo. Me gusta escuchar la radio mientras escribo, y casualmente sale al aire una entrevista a un corresponsal que se encuentra en Zagreb, capital de Croacia, con motivo de la final de la copa Davis (creo que es algo de tenis). Por supuesto, como en toda entrevista de hombres, terminaron hablando sobre que tan lindas son las croatas, a lo que el corresponsal comenta:

-Acá las mujeres son hermosas. Todas son altas. Las rubias se tiñen de negro y las morochas de rubio. Utilizan maquillaje hasta para salir a comprar el pan. Están siempre bien vestidas y caminan con tacos altos, pero caminan bien, con las piernas derechitas y de una forma muy sensual. Acá las mujeres son mujeres de verdad.

Hace unos días fue la marcha de #NiUnaMenos, y en ese contexto, sentí muchísima vergüenza por pertenecer al mismo género que dicho periodista. Perdón, mujeres.

Comentario: Este texto es una observación. Una observación es una descripción de algo que sucede en la sociedad o en una persona o en mí mismo, que me ha resultado suficientemente interesante como para pensarlo y darle forma. Lamento que hayan llegado hasta acá con mejores espectativas. La idea no es terminar con humor, o con una moraleja o un comentario copado que me haga quedar más cabezón de lo que soy.

1 comentario:

  1. ¡Sincericidio! Por suerte siempre hay un zapallo para una berenjena. Me encanta tu vivencia femenina. La película de Mel Gibson es genial, de hecho tiene mucho que ver con la lógica femenina.
    Si te sirve de algo, que haya hombres que se sientan como vos, también forma parte de que muchas mujeres hemos contribuido a eso. Por eso algunas estamos en plan tercermundista, guarro y práctico. Yo Por el momento empecé a adoptar algunas prácticas masculinas y a aguantar todo lo que viene con eso. Pero ando más cómoda, menos reprimida y más feliz.
    Pienso que hay que encontrar un equilibro entre el yin y el yang.

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