sábado, 4 de marzo de 2017

Horror (participación con La historia Sin Fin)

Estoy vestido de civil. Estoy mirando por la ventana de un edificio a medio construir en algún país de Sudamérica. Ya no tiene sentido hablar de países, todo se fue al carajo. Hace calor. En mis manos sostengo una carabina M4, es más liviana de lo que parece. La cruz de la mira corta en cuatro partes a mi objetivo: una masa oscura y espesa como la gelatina que se mueve como una babosa, pero a una velocidad sorprendentemente veloz. En todo el mundo les llaman "los Negros" porque no reflejan ni una gota de luz. No son terrestres.

Sé que en el cargador me quedan ocho balas fragmentarias de plata, lo único que puede matarlos. Sé que si no le acierto me va a comer. Se desesperan por nuestra carne. Nos anestesian y paralizan con ese liquido viscoso y verde que segregan de sus bocas espantosas. He escuchado historias horribles: Los Negros se acercan silenciosos y te escupen. Su saliva te marea y pierdes el equilibrio. La primera mordida duele pero como la saliva es un compuesto químico complejo no se siente dolor, y en un estado semi-inconsciente sigues conectado a la realidad. Me lo contó Marcos, que perdió sus piernas y el brazo izquierdo. Observó todo: te depellejan la piel y se comen la carne, la saborean con morbosa lentitud y dejan los huesos, tal cual como a mi me gustaba comer pollo bien asado. Ya no puedo comer pollo. Marcos se salvó de casualidad.

El Negro se acerca, el tiempo pasa lento y mi boca tiene ese sabor metálico característico de cuando tu cuerpo está aterrado y sobresaturado de adrenalina. Mi dedo se desplaza al gatillo tan lentamente que siento la inercia del tiempo. El metal que lo acciona está frío y mi dedo empieza a empujar los dos kilos de fuerza que necesito para accionar la carabina. Un reflejo de luz en un vidrio a kilómetros de distancia me deja ciego y tengo que cerrar los ojos por un milisegundo. Cuando los abro el Negro ha desaparecido. Un líquido cálido, apestoso y ardiente me impacta en la espalda. Me mareo y pierdo el equilibrio. Mi carabina rebota a varios metros de mis manos. Mi cuerpo queda desparramado en el piso, inmóvil pero consciente. Un Negro se acerca. Estoy solo. Estoy horrorizado...

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Participacion con La historia sin fin

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